Tunga: El pueblo de los árboles




Esperar ansioso el día en que apareciera la revista. Correr al kiosco a comprarla. Regresar a casa triste porque no había llegado el camión que la distribuía. Volver dos horas más tarde. Verla de lejos exhibida entre muchas otras por reconocer su portada y diseño. Tenerla entre las manos y sentir el olor a papel nuevo. Volver a casa emocionado, ojeándola página por página. Descubrir cómo seguían las historietas y relatos que durante una semana habían quedado en suspenso. Encontrarse con un nuevo capítulo de Tunga y detenerse a mitad de cuadra para leer cómo se las había arreglaba para zafar de los tantos problemas que tenían los hombres y las mujeres en la Prehistoria.


Eso, y más, significaron para muchos la lectura de revistas infantiles. Los tiempos han cambiado y no quiero decir que para bien o para mal. Pero el privilegio de sentir que tu corazón latía con más fuerza cuando te reencontrabas con tu amada revista coleccionable sigue siendo entre lo mejorcito de mi inocente infancia de niño pueblerino y fantasía intergaláctica.


Otra  emocionante historia de Tunga, del dibujante belga Édouard Aidans (1930).

Fue originalmente publicada en la revista francesa Tintin. Se trata de la séptima aventura del ghmour que publicó Mampato y que tiene la misma numeración que en su versión en francés. Probablemente sea ésta una de las pocas series franco-belgas publicadas en el mismo orden de aparición de sus originales en francés.






Descifran la causa de muerte de Ötzi

La momia mejor conservada de la historia fue encontrada en Italia, cuando el calentamiento global derritió el glaciar donde estaba desde el 3300 a.C.


Alexander Horn, detective de la Policía de Múnich, fue contactado por Angelika Fleckinger, directora del Museo de Arqueología del Sur del Tirol, en Bolzano, Italia, para anunciarle algo que cambió su carrera para siempre: “Tengo el caso más antiguo del mundo y es todo suyo”. 



Se trata de lo ocurrido con Ötzi, o “el hombre de hielo”, encontrado en 1991 y catalogado como la momia mejor preservada de la historia: su cuerpo quedó congelado en un glaciar al norte de Italia hasta que el calentamiento global lo derritió. En 2001, una radiografía mostró que este hombre era de la edad de Cobre y que murió a causa de una flecha en su espalda, justo debajo del hombro. Ahora, gracias a la investigación del detective Horn, se pudo reconstruir cómo fueron los últimos días de este hombre asesinado en el 3300 a.C.
El hielo congeló a Ötzi y preservó su piel y sus órganos. Con estos datos, se concluyó qué ocurrió con este hombre que medía 1,65 metros, pesaba 50 kg, tenía ojos marrones, pelo castaño oscuro y unos 45 años al momento de su muerte (era un hombre bastante mayor para el Neolítico tardío, aunque se mantenía en buen estado físico).
Como encontraron rastros de polen en su tubo digestivo, suponen que su muerte fue a fines de la primavera o principios del verano. Durante sus últimos días consumió tres comidas distintas, descendió desde una altura de unos 2000 metros hasta el valle y luego volvió a subir, llegando a los 3200 metros de altura donde fue encontrado. Como además tenía un corte profundo en una mano, el detective presume que Ötzi tuvo una pelea en la aldea, de la que habría salido victorioso dado que no tenía mayores lesiones en el cuerpo. Ya reinstalado en la altura de la montaña, alguien le disparó una flecha por la espalda, a unos 30 metros de distancia, que pasó por debajo de la axila izquierda y cortó su arteria subclavia, lo que le ocasionó la muerte.

Tunga: El dios del fuego


Nuevamente la destreza de Fran Solo con el Photoshop nos permite disfrutar esta recordada aventura de Tunga, titulada "Tunga y el dios del fuego", correspondiente al segundo volumen publicado por Mampato y que en su edición original en la revista Tintin corresponde a la tercera aventura, publicada allí a partir del 25 de diciembre de 1962. 

Con guión de Jacques Acar y el dibujo de Edouard Aidans, esta historia de Tunga es muy buena. Si la primera aventura (La horda maldita) era una suerte de recreación de uno de los más antiguos y poderosos mitos: el de los hermanos enfrentados en una rivalidad que lleva peligrosamente a la violencia fratricida; en ésta Acar y Aidans nos hablan del valor de la amistad, de la solidaridad, de la lealtad y de la importancia que la colectividad tiene en relación al individuo. La amistad de Tunga con Tao, quien poco antes se convertía en el dueño de la vida del ghmur, constituye el núcleo sobre el que gira esta historia. En la época en que está ambientada esta historia, la colectividad lo era todo y el individuo sólo constituía una condición para aquella. Así, el padre de Tao, ante la captura de su hijo en manos de los hombres del fuego, sostiene que "no importa su vida con tal que la horda sobreviva". Pero Tunga, en quien el proceso de individuación parece ser más propio de la modernidad que del paleolítico, decide salvar a Tao a como dé lugar.
Hay detalles interesantes en esta historieta. Por ejemplo, los ghmur no conocen el dominio del fuego porque Tunga lleva consigo un depósito en el que echa las brasas ardientes de las fogatas que hace, de manera de poder recurrir a ellas cada vez que necesita nuevamente hacer fuego. Entre paréntesis, supongo que en la escena en que está comiendo la carne del carnero que capturó, esa carne se la come cruda ¿no? A ver si quien la lea lo confirma.

Tunga tampoco conoce el tipo de casas que construyen "los hombres del mar", como llama él a quienes forman parte de una típica cultura lacustre de aquellas épocas, y que vivían en palafitos. Tampoco los ghmur conocen el uso de bebidas alcohólicas, ni los volcanes; pero sí saben del valor de la lealtad y eso Tunga lo demuestra con creces.
Pues bien, que disfruten entonces esta entretenida historia del valiente ghmur. Y gracias a Fran Solo por la edición de lujo que nos brinda.



Continúa en "más información"


Rahan: Le secret du soleil


Rahan era el protagonista del cómic homónimo: "Rahan, le fils des ages farouches", lo que vendría a ser "Rahan, el hijo de las eras primitivas" (aunque farouches es más biensalvajes). Lo editó en los años setenta la editorial Vaillant, y lo firmaban Roger Lécureux, guionista, y André Chéret, dibujante.
Esta es la versión original en francés de la adolescencia de Rahan. No sabemos por qué está ambientada en Australia. Ya lo investigaremos




¿Y quién es Rahan? Pues un troglodita alto, rubio, de ojos azules y piel blanca. La revista que lo publicaba, Pif, era comunista y que el aspecto ario de Rahan respondía únicamente al deseo de hacerlo diferente de Tarzán, que es su fuente más obvia. Del propio Rahan saldrían más tarde otras copias más o menos disimuladas, una serie de dibujos animados y hasta un proyecto de película que nunca llegó a ver la luz.


El hombre de la roca

Homenaje al primer sabio.


La  vida no es fácil para la tribu, los animales no se quedan quietos y hay que ir tras ellos para atraparlos. La horda pasa hambre y frío. Hay gran preocupación. En el último invierno han enfermado todos y a medida que los niños nacen, van muriendo.

Por Rubén Reveco, licenciado en Artes Plásticas


Nuestra única esperanza es el fuego, el que nos da calor e ilumina. Las bestias que nos matan, no se acercan, lo que es bueno y nos protege.
A pesar de las malas noticias, los días están dando paso a breves calores. Cuando el sol aparece con fuerza por entre las nubes salimos de la cueva a su encuentro. Es una sensación agradable sobre el cuerpo. Todos se alinean de espalda a las grandes rocas que están en la ladera de la montaña y abren sus brazos en actitud de saludo. Los sufrimientos dan paso a la alegría y los problemas desaparecen rápidamente. Luego los hombre, las mujeres y los niños giran y abrazan la roca caliente. De las ropas mojadas sale un vapor que provoca un curioso efecto sobre el grupo.
En lo alto de un promontorio hay un hombre que observa. Se lo respeta porque hace un tiempo descubrió que el calor del Sol era similar al calor del fuego. “El Sol -dijo- debe ser una gran llama”. Hace un tiempo, también, descubrió que en los días de mucho calor el pasto seco arde y provoca grandes incendios. Entonces robamos el fuego con alguna rama y lo llevamos hasta el interior de la cueva. Pero la vida de esa llama es corta e imposible de mantener por mucho tiempo ya que la lluvia la mata.
Lo que intenta el hombre de la roca es algo diferente. Después de descubrir que el origen del fuego en el césped nada tiene  que ver con los rayos ni con las erupciones de los volcanes, dejó pasar varios días de intenso calor y reunió hierba de la más seca posible, plumas de pájaros, pelos y todo lo que pudiese servir para su misterioso propósito. Una vez reunido el material, los ubicó sobre una roca y se dispuso a esperar sentado a su lado. Ese día esperó por diez horas sin resultados. La tribu no comprendía qué intentaba hacer. Lo que al comienzo era mera curiosidad, con el correr de los días se transformó en indiferencia. Él, seguía esperando. No se lo obligaba a ser parte del grupo de caza, pero pasado un tiempo el malestar se hizo oír y la indiferencia se transformó en fastidio. Aún así, continuaba ahí, mirando por horas su montículo de hierbas secas. ¿Habrá enloquecido? se preguntaban.
Cierto día la temperatura fue muy alta. El sabio de la tribu subió una vez más a lo alto de la roca con sus tierno tesoro entre sus manos. Lo acomodó de tal modo que los rayos solares penetraran y llegaran al corazón mismo del pequeño nido. Así lo había  estado haciéndolo por mucho tiempo. Demostrando que en él latía el germen de la perseverancia, característica importante de los que vendrían en el futuro a reemplazarlo.
Seguía esperando y ya nadie le prestaba atención. Quizá fue el contraste del silencio de la tribu y el gutural ruido lo que hizo sorprender a todos. El hombre de la roca gritaba dando saltos. Se acercaron asombrados a ver qué sucedía. Por entre el pasto seco emergía lentamente un fino hilo de humo blanco ¿Cómo había sucedido? Después de unos segundos pasó lo mejor: aparecieron pequeñas llamas que bailaban al compás de la algarabía de todos. Y si bien, faltaban muchos milenios para que el baile se inventara, lo que sucedió ese día fue lo más parecido a una fiesta. La primera fiesta de la Era del Fuego.




Tunga: Pánico colectivo

 

Tunga es una obra creada por Edouard Aidans para la revista Tintín, ambientada en la prehistoria. En España comenzó a publicarse a través de la revista Gaceta Junior y en Latinoamérica en la revista chilena Mampato, de donde proceden estas imágenes. "En "Pánico colectivo" (1974) la gran protagonista es la naturaleza con todo su despliegue de furia y terror.




Homenaje al primer pintor



En el silencio de la noche miraba que el fuego se consumía lentamente. Había sido un día –como todos los días–agotador. Se podía ver a través del gran boquete de la caverna la enorme bóveda del cielo estrellado. Los demás dormían alrededor de la fogata que quemaba sus últimos leños. El fuego era bueno, les daba calor, los defendía de sus enemigos naturales, cocinaba sus alimentos y si miraban detenidamente encontraban en sus llamas formas como espíritus que bailaban enloquecidas.

Por Rubén Reveco, licenciado en Artes Plásticas


Tiempo atrás había realizado tres importantes descubrimientos en un solo día: 1) Formas extrañas estaban sobre la pared de la caverna, las que junto al fuego, iban desapareciendo. 2) Esas sombras podían tener formas humanas. 3) Al moverse ellos, las sombras también se movían.
Ese fue un día importante y toda la tribu se divertía con sus sombras en el muro. Los niños habían inventado simples juegos con sus extremidades. Eso sí, no podían entender por qué pasaba. No asociaban, no deducían aún y pasaría mucho tiempo hasta que se relacionara luz, objeto y sombra y el enigma, por fin, quedara resuelto.



Mientras tanto, él miraba la bóveda de la caverna. Era el único que permanecía aún despierto. Esa noche habían estado felices, comiendo bien y en abundancia. En un palo aún quedaban restos de carne asada y por el suelo, despojos del animal cazado ese día. Estaba también la cabeza del ciervo macho con su cornamenta intacta ensartada sobre un palo.
Con una rama entre sus dedos, el hombre acomodaba las últimas brazas que quedaban. “Sería bueno –pensó– mantener el fuego hasta el otro día”. Atizaba el rescoldo y la rama estaba negra y por momentos se encendía amenazando quemarse. Entonces la introducía en el interior de la ceniza y la apagaba.



Fue en ese momento cuando vio la sombra del ciervo; el perfil de la cabeza con sus hermosos cuernos estampado en la pared de la roca. Pensó nuevamente “sería bueno que el alimento nunca falte, que mi gente no pase hambre”. Miró el palo que tenía entre sus manos y tocó con su punta la superficie rocosa. Vio con sorpresa que se formaba una línea. Entonces, motivado por una extraña fuerza, se paró y deslizándose sigiloso copió el perfil del animal. A pesar de la oscuridad, se podían apreciar las líneas que daban forma al animal sobre la pared. Entusiasmado, puso el “lápiz” entre las brazas para que la punta se quemara nuevamente y así poder continuar con su trabajo antes de que la sombra desapareciera. La duda que tenía era si al otro día, cuando el sol alumbrara, estaría todavía ahí la cabeza del ciervo con su hermosa cornamenta. Era sabido que de día las sombras se alejaban.
A la mañana siguiente, el “primer artista de la historia” no fue el primero en levantarse. Los gritos temerosos de los hombres y mujeres lo despertaron violentamente. Pudo ver que todos estaban reunidos observando algo sobre la pared. Se levantó de un salto y su sorpresa fue grande. Como era de esperar la sombra ya no estaba, pero sí el espíritu del animal atrapado entre las líneas que esa noche había dibujado. No salía de su asombro. De esa forma, dibujando a todos los animales que le servían de alimento, la caza estaba asegurada. “Así –pensó– las cosas desde hoy estarán mucho mejor”.









Historia ilustrada de la Prehistoria





Ofrecemos un clásico del cómic referido a la historia del hombre. Es un excelente material llamado “Historia de la Humanidad”, editado por “Enciclopedia para todos”, en 1979. Está realizado por Eugenio Zoppi (1923-2004), dibujante argentino de gran carrera artística y guionado de Alberto Cabado. Tanto el dibujo como el guión la han convertido en un clásico de los “cómic científicos”. 
El trabajo -como podrán apreciar- intenta ser un vehículo didáctico para aprender historia utilizando la historieta, o más bien una concatenación de viñetas en las que se establecía un discurso historicista, muchas veces no necesariamente mostrando una narrativa.




El Hombre de Hielo reescribe nuestra historia


Un científico sujeta la mano de Ötzi, la momia de 3.500 años, durante una de las autopsias que se le han practicado.



La momia más famosa del mundo no para de hablarnos. Pero no cuenta cualquier cosa, cuenta nuestra historia. La del ser humano, la de los europeos. Un nuevo análisis del ADN de Ötzi, el Hombre de Hielo, que vivió hace 5.300 años y que fue encontrado en 1991 por unos montañeros en el Tirol como consecuencia del deshielo de uno de sus glaciares en retroceso, ha desvelado que su estómago contenía la bacteria Helicobacter pylori, la causante de la úlcera de estómago, muy presente y común en los europeos en la actualidad.



Así lo certifica un nuevo hallazgo publicado por la revista Science que nos revela que posiblemente nuestra especie ya estaba infectada con esta bacteria desde sus orígenes. Tras el análisis de todo el ADN del contenido del estómago de Ötzi, los investigadores encontraron una cepa de Helicobacter que se encuentra principalmente en el sur de Asia Central, no en Europa.
“La secuencia que hemos encontrado en el hombre de los hielos apenas muestra indicios de la presencia de fragmentos de la cepa africana, como sí ocurre en las modernas Helicobacter pylori europeas», ha explicado Yoshan Moodley, uno de los investigadores del Departamento de Zoología de la Universidad de Venda, en Sudáfrica. «Ahora podemos decir que las oleadas de migraciones que llevaron esas Helicobacter pylori africanas a Europa no se habían producido en el momento en el que el hombre de los hielos estaba por ahí», aseguró Moodley.





¿De África? No, de Asia

La bacteria Helicobacter pylori presente en los europeos actuales es una mezcla ocurrida tras la combinación de dos cepas diferentes, una proveniente de Asia y otra de África. Esto supone que en algún momento entraron en contacto ambas poblaciones, ya que las bacterias se transmiten por lo general dentro de la familia, y que la gran migración de África a Europa se produjo tras la muerte del Hombre de Hielo.
"Había olas de migración constantemente, y por tanto se mezclaban las bacterias", ha comentado Albert Zink, director del Instituto de Momias y el Hombre de Hielo de Bozen/Bolzano en Italia, y uno de los autores principales del estudio. "No era sólo una única ola (de humanos) o dos".

De dónde somos, de dónde venimos

Científicos de todo el mundo han recibido este hallazgo con mucha esperanza, ya que nos permitirá conocer nuestra historia de forma más concreta.
Aunque Daniel Falush, de la Universidad de Swansea, no ha participado en la investigación, ha afirmado que aunque de Helicobacter pylori no se pueden realizar seguimientos de los movimientos migratorios a la perfección, los científicos están expectantes con lo que ahora pueden aprender acerca de la historia a través del ADN den nuestros estómagos. "Personalmente estoy encantado", ha confesado Falush, quien ha dirigido algunas de las principales investigaciones del Europeo Helicobacter pylori.



Descubriendo a Ötzi

El Hombre de los Hielos lleva 24 años dándonos pistas sobre nuestra evolución. Su perfecto estado de conservación ha permitido avanzar en el conocimiento del ser humanos de hace miles de años. Aunque las circunstancias de su muerte siguen siendo un misterio, se ha especulado con que murió en torno a los 45 años, de forma violenta, disparado con una flecha que le atravesó el hombro dando de lleno en la arteria principal.
De ojos castaños, comía cabra, era intolerante a la lactosa y tenía caries. Vivía en una comunidad agrícola estrechamente relacionada con los cerdeños actuales.
“Puede mostrarnos como nuestros ancestros fabricaban su ropa, cómo vivían, qué comían… y la clase de enfermedades que padecían”, comenta Frank Maixner del Instituto de Momias y el Hombre de Hielo en Bolzano, Italia. “Es como una máquina del tiempo”. 



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¿Fueron mujeres las que crearon el arte rupestre?




Las pinturas rupestres representan sobre todo episodios de caza y animales salvajes, por eso nuestra visión es que sus autores fueron hombres, pero un científico de EE.UU. ha concluido que al menos el 75% de las pinturas rupestres es obra de mujeres. Un equipo científico de EE.UU. liderado por el arqueólogo de la Universidad de Pensilvania Dean Snow examinó cientos de pinturas en ocho cuevas de Francia y España y llegó a la conclusión de que la mayoría de las pinturas rupestres fue creada por mujeres.

El interés de Dean Snow sobre este tema surgió hace más de diez años, cuando estudió los trabajos del biólogo británico John Manning. Manning afirmó en su estudio que la longitud relativa de los dedos de los hombres y mujeres se diferencia: ellas tienen el anular y el índice de una longitud parecida, mientras que los hombres presentan mayores diferencias.


Intrigado por el tema, Snow abrió un libro sobre las pinturas rupestres que contenía imágenes de la famosa cueva francesa Pech Merle, 'adornada' con decenas de siluetas de manos, uno de los motivos más antiguos de las pinturas rupestres. "Miré las siluetas de las manos y pensé que si Manning sabe lo qué dice, entonces casi seguramente son manos femeninas", dijo Snow a la revista 'National Geographic'.


El científico investigó cientos de siluetas de manos en ocho cuevas de Francia y España. Pero la mayoría de las imágenes no eran suficientemente claras para ser analizadas. En total la investigación abarcó 32 siluetas, la mitad de ellas de la cueva El Castillo, en Cantabria, y las otras de cuevas francesas como Gargas y Pech Merle, y determinó que 24 de las 32 manos -el 75%- pertenecía a mujeres. (Ilustración de Arturo Asensio).


Pudo ser una mujer, seguramente muchas. “Es posible…”, me dice el director del Museo de Altamira, José Antonio Lasheras en una interesantísima conversación sobre Paleolítico y añade: “pero también lo contrario”. En cuclillas, bajo la cúpula de roca, con poca luz y escrupuloso mimo, trazaron bisontes y ciervos heridos hasta realizar la pintura rupestre más evolucionada que se conoce: los Policromos de Altamira.
La razón por la que hablo de mujeres con Lasheras tiene que ver con un estudio reciente. Un arqueólogo, Dean Snow, ha analizado las huellas de manos encontradas en ocho cuevas de Francia y España. Y ha descubierto que el 75% son femeninas.
Snow basó su estudio en el trabajo del biólogo británico John Manning, que reveló que la longitud relativa de los dedos de las manos es diferente en hombres y mujeres: las homínidas solemos tener los dedos anular e índice de aproximadamente la misma longitud, mientras que el anular de los hombres suele ser más largo.





Un día, Snow se fijó en una huella humana de la famosa cueva de Pech Merle, en el sur de Francia. “Pensé ‘madre mía, si Manning tiene razón, casi seguro que esto es una mano de mujer”. Y comenzó su estudio de huellas. Hay que destacar que en la mayoría de las cuevas con arte no hay manos; y que cuando las hay se corresponden en general a un periodo intermedio, el gravetiense, y la mayor parte del arte es posterior a ese periodo. Pero las huellas que investigó Snow son mayoritariamente de mujer.
Lasheras avanza. “No creo que haya ningún artículo dedicado a negar que las mujeres fueran autoras del arte rupestre paleolítico, ni tampoco ninguno afirmándolo. Tampoco recuerdo nada escrito que atribuya el arte en exclusiva a los hombres. Pero, —y aquí es donde Lasheras dispara— salvo la ilustración que has elegido para tu artículo (ver arriba) muy reciente, no recuerdo ninguna en la que el autor del arte paleolítico sea una mujer, y esto es lo significativo y la consecuencia de un actitud sesgada, discriminatoria y acientífica respecto a la mujer, como si fuera una verdad evidente e incuestionable que el arte paleolítico fuera “cosa de hombres”, como el Soberano“.
Sonrío, porque no creo —Lasheras tampoco—que haya nada que pueda considerarse solo de hombres o solo de mujeres, ni el coñac, ni los bisontes.
Pero el sesgo de género al contar la prehistoria no solo resalta cuando aprendemos arte. Los divulgadores crearon al “Hombre de las cavernas”, y presentaron a una mujer relegada a funciones que en el S.XX se tildaron de segundo orden: cuidar de las crías y hacer la comida. Y no. Las paleolíticas no se quedaban en la cueva esperando la caza.
“Hace 15 años cuando concebimos los conceptos de la exposición del Museo de Altamira, compramos muchos libros de texto, escolares, de divulgación etc. y constatamos que la mujer apenas existía al contar la prehistoria. No se mostraba y, cuando lo hacían, se las veía, por ejemplo, aplaudiendo la llegada de los heroicos cazadores cargados de animales, o cocinando, o cosiendo, o jugando con un niño pequeño. Al mostrar que las mujeres del paleolítico solo hacían eso, cuando no hay ningún dato que lo demuestre, crearon la falsa idea de que era así”.
Pero las paleolíticas hacían de todo. “Al observar a las comunidades de cazadores-recolectores en el Amazonas, el Chaco, tierras altas de Papúa Nueva Guinea etc. vemos que su aportación a la dieta es más importante que la del hombre, porque es constante. La recolección de frutos y pequeños animales es diaria, mientras que la caza de un gran animal ocurre solo de vez en cuando. Pero, además, en selvas centro africanas y orientales, la caza y pesca son actividad en grupo, con redes y venenos, en las que participan igualmente hombres y mujeres. Así pues no hay razón para pensar que las mujeres del paleolítico no lo hicieran”.
Hay otras erratas de género en nuestra idea de prehistoria. Por ejemplo, que las mujeres no mandaban. Lasheras decidió corregirlo: “En el Museo de Altamira creamos una figura de una anciana neandertal con muchas marcas de expresión en torno a los ojos. Está sentada en el suelo, y levanta el dedo a un hombre joven que se encoge de hombros y se disculpa. No damos explicación a la imagen, sencillamente recreamos la opción de una mujer que advierte a un hombre, y él pide disculpas. En el paleolítico las mujeres daban órdenes, pueden darlas y deben darlas. Entonces, como hoy, ordenaban y regían el comportamiento y las relaciones interpersonales de la comunidad”.
Hay otro mito del que me encantará tratar en otra ocasión, y es el de la representación de la familia como un hombre, una mujer y los hijos. “La monogamia tampoco fue entonces una condición única, como no lo es ahora”.
Artistas, cazadoras, líderes, mono o polígamas, también madres, por supuesto, y cocineras… Las paleolíticas no eran diferentes a nosotras.
Queda algo que Lasheras destaca, y es importante. Él lo llama “actualismo” y tiene que ver con que a veces se atribuye al pasado características sesgadas, de género en este caso. Se genera así un pasado falso y la ponzoña está en que a partir de ahí se utiliza para justificar el presente. La idea de “la mujer en casa, con la pata quebrada” no tiene justificación ancestral. Por más que algunos aún lo intenten.


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"Neanderthal", de Frank Frazetta



"Neanderthal" de Frank Frazetta llega a Machete. Este comic tiene la particularidad de ser una historia muda, que nos recuerda a la película francesa "La Guerra del Fuego" de Jean-Jacques Annaud , efectivamente como comentan los editores ¿cómo se podría colocar un texto de dialogo brillante que compitiera nada menos que con las imágenes del maestro Frank Frazetta?


Frank Frazetta (Brooklyn, Nueva York, 9 de febrero de 1928 - 10 de mayo de 2010) fue un pintor, historietista e ilustrador estadounidense, especializado en ciencia-ficción y fantasía. Sus diseños marcaron época en series como Conan y Mad Max y fueron copiados por ilustradores de género en todo el mundo.
A la edad de ocho años, ante la insistencia de sus profesores, sus padres lo matricularon en laBrooklyn Academy of Fine Arts, a la que acudió durante ocho años. Su talento era tal que su profesor, Michael Falanga, quiso llevárselo a Europa para que prosiguiera sus estudios. Sin embargo Falanga murió en 1944, por lo que su plan nunca se llevó a cabo.
Publicó sus primeras historias en comic-books (The Snowman) en 1944 a la temprana edad de 16 años. Más tarde hizo series para DC Comics ("The Shining Knight" en Adventure Comics), ME ("White Indian" en Durango Kid), las cubiertas ahora clásicas de Buck Rogers y también trabajó con Dan Barry en la serie Flash Gordon.
Se alejó, sin embargo, del arte para meterse en el mundo del béisbol, pero sin frutos, y decidió volver al cómic a fondo tras trabajar unos años con Al Capp.
En los años 60 tuvo que empezar de nuevo, logrando entre 1965 y 1973, con Warren Publishing, otra explosión creativa que ha dejado una amplia huella en muchos de los ilustradores de Ciencia Ficción actuales (Jeff Jones, Berni Wrightson, Michael Whelan, Don Maitz, Boris Vallejo, etc.) quienes fueron llevados, inspirados o instruidos en pintar en este estilo "Frazetta" tan nuevo y dinámico. Trabajó de cartelista en las películas ¿Qué tal, Pussycat?, Tras la pista del zorro, El baile de los vampiros y Ruta suicida, entre otras.
Los años posteriores supusieron una consolidación en su labor artística produciendo una serie de libros que recogen lo mejor de su arte.
Frank Frazetta murió el 10 de Mayo de 2010, a la edad de 82 años, víctima de un derrame cerebral.



Pintando la Prehistoria

Zdenex Burian realizó más de 15.000 pinturas y dibujos, e ilustró más de 500 libros y 600 cubiertas de libros.

Primero fueron los dinosaurios y luego los humanos. La teoría de la evolución de Charles Darwin y los primeros descubrimientos paleontológicos activó la imaginación de escritores y pintores del siglo XIX. Por un lado había que ilustrar cuentos o novelas y por otro, representar los descubrimientos de la ciencia. Fue de esta forma como los artistas comenzaron a incursionar en el pasado prehistórico y nació una nueva disciplina: el paleoarte.


En “El pintor de la Edad de Piedra” no sabremos aún si los tocados de las figuras femeninas habían salido de los frescos egipcios o si acaso estamos ante una tribu indígena americana. Pero a fin de cuentas, ¿quién le había explicado a Paul Jamin cómo era la Edad de Piedra, si unos pocos años antes de que él muriera se había descubierto fortuitamente Altamira?


En el siglo XX, se abordaron estos temas de un modo independiente en libros y en revista de historietas destinadas al público infantil y juvenil. Sin ningún problema  hicieron una mixtura sin ninguna rigurosidad científica. No hubo -por ejemplo- problemas en que convivieran hombres y dinosaurios. No tanto por desconocer que cronológicamente era algo imposible, si no porque era tan fuerte la influencia de los relatos de escritores como Julio Verne (“Viaje al centro de la Tierra”, 1865), que los artistas se volcaron de lleno a esta temática.


Obra de Zdenek Burian

Tunga: El maestro de los mamuts



Estas son historias ambientadas en la Prehistoria y que nos ayudan como ningún otro medio de expresión a formarnos una idea de cómo era la vida en esos indefinidos tiempos, pero con seguridad pletóricos de luchas y aventuras sin igual.


Entre las ventajas del cómic -y esto lo recuerdo desde niño- era que nos permitía volver una y otra vez a las aventuras del héroe. Mirábamos y leíamos y volvíamos a mirar siempre encontrando un detalle nuevo. Me fascinaba la ambientación, el paisaje agreste, los animales salvajes y los hombres y mujeres construyendo sus vidas sin más recursos que el sus manos, su inteligencia y su valor.
Sin preocuparme mucho de quien era el autor, sólo importándome los protagonistas y el argumento. Ya de grande me interesé sobre su realizador, pregunté por su nombre (Edouard Aidans) y nacionalidad (francés). Pero como casi siempre sucede, el producto ha tenido más permanencia y supervivencia, y debe ser así, porque a través de esas creaciones sigue estando su creador.
"El maestro de los mamuts" es una "gentileza" de los amigos de la "Generación Mampato".







Homenaje al primer músico



La música es una de las manifestaciones más hermosas del arte. A pesar de ser abstracta en todas sus formas, tiene la característica de ser masiva y popular, ya que el sonido, tanto para el hombre antiguo como para el moderno, genera sensaciones asociada con lo intangible. Asegurar como nació la música puede resultar aventurado, pero sugiriendo las prioridades del hombre de la prehistoria, hace 50.000 años, hemos especulado sobre el primer músico, a antes que eso, el primer compás que dio forma a esta maravillosa expresión artística.


Por Rubén Reveco, licenciado en Artes Plásticas

A los 5 años chillaba como un cerdo condenado a muerte. Sus pulmones eran tan potentes que los que estaban cerca cambiaban repentinamente de humor y se alejaban refunfuñando. Con los golpes que le daba su madre no hacía más que acrecentar su insoportable espasmo gutural.

A los 10 años le llamaba la atención el canto de los pájaros. Mientras los adultos salían de caza, podía estar un buen tiempo mirando extasiado el trinar de las pequeñas y grandes aves. Había descubierto -después de mucho comparar -que el sonido que provocaban era diferente según su tamaño. Las pequeñas, agudo y continuo. Las grandes, grave y entrecortado.

A los 15 años, formaba parte de un pequeño grupo que salía a diario de su caverna en busca de alguna presa. Cuando atravesaban algún bosque, golpeaban las palmas de sus manos y se divertían al ver como sorprendidas volaban las aves que estaban posadas en las ramas de los árboles. Algunos aprovechaban para tirarles piedras y esperar que en el desorden cayera alguna. Con el tiempo la técnica fue perfeccionándose. Lo importante era la sorpresa. De común acuerdo, al ruido de palmas le agregó fuertes gritos. Amplificados por el eco, era magnífico escuchar a lo lejos el estallido sonoro. De hecho, el estruendo era percibido por otro grupo de cazadores o por las mujeres que se habían quedado en las cavernas.


A los 20 años, la caza era de mucho mayor riesgo. La tribu debía enfrentar grandes peligros cuando intentaba dominar las presas elegidas. Los ciervos o venados pastaban en rebaños. Eran muy rápidos en el momento de escapar y muy peligrosos sus cuernos, si se veían acorralados. Lo mismo sucedía con los bisontes o búfalos, sólo que los peligros se multiplicaban por dos. A veces lograban acorralar algún animal. Toda la tribu lo enfrentaba y le tiraba con piedras. Sólo que una vez arrojadas no las podían recuperar. Muchas veces el animal, al verse acorralado, embestía contra el grupo. Algunos quedaban heridos y otros morían, más tarde.


A los 25 años ya había estado en innumerables oportunidades muy cerca de la muerte. Su cuerpo mostraba profundas cicatrices y su rostro envejecía rápidamente. 

Fue en ese momento cuando se le ocurrió la idea; mientras perseguían desordenadamente un pequeño grupo de mamuts por un desfiladero. Tomó dos piedras y comenzó a golpearlas regularmente. Al rato, éstas se habían quebrado, pero el efecto había sido motivador. A esos golpes se sumaron ruido de palmas y voces. Y el grupo, al compás, avanzaba amenazador. Algo en la técnica de caza había cambiado. Ya no era un chivateo ruidoso sin origen ni destino alguno. Los animales habían entrado en pánico. Cambió las piedras por dos palos. Eran más resistentes, pero a la vez más pesados. El sonido era diferente al de las piedras, pero mantenía un primitivo ritmo que ayudaba a avanzar. “Toc, toctoc, toc, toctoc”
Habían descubierto el ritmo y con él podía asustar a los animales. No era música, propiamente tal, pero cumplía un gran servicio en el momento de cazar.

A los 30 años ya era el jefe de la tribu. Vivir hasta esa edad era algo extraordinario. Los aportes que había hecho eran muy importantes y eso le daba méritos suficientes para gobernar sobre el resto de la tribu. Había comprendido antes que los otros la importancia de una manifestación sonora y los resultados que podía generar, al menos cuando se trataba de llenar el estómago.

Que se sepa, fue el primer y único músico que por sus méritos llegó a presidir a un grupo de personas. ¡Si se puede!


La guerra del fuego



La Guerre du feu (en Hispanoamérica, La guerra del fuego; en España, En busca del fuego) es una película franco-canadiense de 1981 dirigida por Jean-Jacques Annaud y basada en la novela de título homónimo (traducida al español como La guerra del fuego o La conquista del fuego) escrita en 1911 por J. H. Rosny (pseudónimo de los hermanos belgas Joseph Henry Honoré Boex y Sheraphin Justine François Boex).


El film está ambientado en la Prehistoria de Europa y trata de la lucha de los humanos primitivos por el control del fuego. La tribu Ulam es atacada por un grupo de homínidos hostiles, los supervivientes huyen a través de un pantano, pero entonces el fuego que guardan celosamente en una jaula de huesos y al que alimentan constantemente cae el agua y se apaga. Los Ulam no saben producir fuego por si mismos y su perdida supone su condena. El sabio de los Ulam decide enviar a tres hombres, Naoh, Amoukar y Gaw, en una desesperada búsqueda de un nuevo fuego.









El guardián del fuego